POR UNA SANIDAD MENTAL EFECTIVA (hoy en La Nueva España)

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 POR  UNA SANIDAD MENTAL EFECTIVA

 

 

Hace varios meses que los sintagmas “Salud y Mental” forman parte cotidiana de la agenda mediática estimulada por comentarios del ámbito político. Los políticos tieneuna función legislativa y ejecutiva pero protagonizar el debate social supone restar competencias al ciudadano que deben ser los que decidan el modelo de sociedad que estimen oportuno. La ética de la ciudadanía debe ser, básicamente, una ética de la responsabilidad. Traducido al bable, que la sociedad necesita individuos que actúen sin necesidad de que nadie les recuerde que es lo que está bien y lo que está mal. Ese sujeto debe llegar a la adultez con una bolsa de valores arraigados y aprendidos durante su educación en escuelasinstitutos y facultades. Pero hay otra escuela de valores, la familia, que debe reforzar en sinergia con los profesores, valores como espíritu de sacrificio, tolerancia, capacidad de frustrarse, firmeza, capacidad de convivir con incertidumbres y sobre todo, pensar en las necesidades del otro. Desde el nacimiento a la adultez hay un crecimiento físico, bien conocido, hay un desarrollo cognitivo, bien descrito por Piaget. Pero hay también un desarrollo moral, descrito por Lawrence Kohlberg que afirma que la maduración moral termina entre los 15-18 años. Y que a partir de ahí, el resto de la vida, solo maduran y poco los valores adquiridos.

La importancia de la educación y la familia se antoja clave para la protección de la infancia, la adolescencia y el ciudadano adulto si queremos una democracia con individuos autónomos y no dependientes. Porque solo desde la autonomía del sujeto se accede a la libertad. Y viceversa.

Bueno, pues este edificio lleva décadas cuestionado. Al siglo XXI llegó una sociedad occidental opulenta y con un desarrollo insospechado en avances tecnológicos, pero con numerosos flancos de mejora que la globalización hizo patentes. El tránsito de una sociedad occidental donde los valores religiosos eran estructurales y rectores, a los valores de un humanismo laico, inherente a todo estado democrático, ha sido fallido. 

El resultado es el que vemos. Las crisis relacionales son muy frecuentes en la familia, en la vida social o en el trabajo. Las tan citadas crisis de identidad de los adolescentes no reflejan otra cosa que crisis de valores, o sea, ausencia de entrenamiento en toma de decisiones cuando hay en juego valores contrapuestos, generalmente, los que cuestionan la hipertrofia del Yo adolescente.

Y sobre este humus se han instalado esos depredadores llamados “redes sociales” que han corroído el tejido social. Como en las grandes mentiras, siempre hay algo de realidad. Hay redes sociales que, bien usadas, pueden ser beneficiosas. Pero einmaduro cerebro infantil y adolescente brilla por su capacidad de control y de modulación. Ahí deben intervenir la escuela y la familia. Francia, que es una moral en si misma, ya prohíbe el acceso a los liceos de alumnos con smartphones. 

Hace muchos años que Freud dijo que la cultura era un malestar. El refranero español lo tradujo como “se sufre pero se aprende”. 

Y es que o asumimos esto y enfrentamos estas distorsiones reforzando a padres y educadores desde ámbitos como la desaparecida asignatura de Ética para la ciudadanía o habremos perdido el presente y el futuro.

Por supuesto que los Servicios de Sanidad Mental (hallazgo de Covadonga Jiménez, gracias) deben ser reforzados, por no decir, duplicados. Pero para priorizar la atención a los enfermos graves y más discapacitados. No creo que ahondar en el actual totalitarismo psicologizante con asomos de ingeniería social vaya a resolver demasiado. Es hora de plantar cara a esa unión tan desafortunada que se produjo entre la declaración de salud de la OMS, como “perfecto equilibrio entre el bienestar físico y mental” y esa psicología que se autodenominó “positiva” tan falta de sustento científico.

De esta fornicación salen catapultadas muchas industrias informáticas y biomédicas que pugnan por servir al atónito ciudadano ese “perfecto estado de salud . Fármacos, cirugías, maquinaria y ahora, inteligencias artificiales ofertan una vida sin problemas. Y se acaban confundiendo intervenciones sanitarias que responden a la necesidad con otras que solo responden al deseo.

En resumen, con el escaso caudal de conocimiento científico que manejamos no es buena idea dar la batuta en esta orquesta a los profesionales del gremio “psi”Cualquier mejora en la sanidad mental de la población pasa por introducir cambios en la educación y en las familias.  La salud de una población depende un buen sistema sanitario, por supuesto. Pero sobre todo, de que esa sociedad esté formada por ciudadanos autónomos, en cuanto responsables y prudentes.

Decía Viktor Frankl, superviviente de Auschwitz y prestigioso psiquiatra: que el prerrequisito para la salud de las personas no es la salud del entorno, pues aún en el entorno más degradante un ser humano puede conservar su salud, no gracias a una adaptación somática o psicológica, sino gracias a la integridad de su dimensión noética, de su «libertad interior». O sea, de sus valores.

















HARTAZGO DEL INSOMNE

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Hay días en los que uno está para muy poco trote. Y no sé muy bien qué hacer esos días: si desaparecer del mundo, si recuperar horas de sueño perdido o hacer un esfuerzo por no bajar la cabeza y seguir trabajando. Al final nunca hago nada de lo previsto y acabo yendo a la playa a pasear y a repetir mentalmente, obsesivamente, que no puedo volver a cometer ciertos errores.

Claro que los tiempos han cambiado mucho. Que lo que sucede en el ambiente laboral ya no tiene nada que ver con lo que pasaba hace 10-15 años y que aún idealizo situaciones que ya no pueden mantenerse en el tiempo. Y que nunca volverán. Pero también se abren miradas nuevas muy recomendables que no hay que dejar pasar. Su postergación sería imperdonable. De hecho, ya estoy haciendo cosas diferentes que estimulan el crecimiento, como a Messi le hizo la GH.

Pero a poco que me descuido, o al primer golpe de mar, no puedo evitar que me llegue a la cabeza una sensación cansina, como de hartazgo, reverberación o de resaca. Y es triste porque el primer arrebato es cortar con todo lo que se enfrenta en mi cabeza. Aunque hay días que son otros, cercanos,  los que tienen días aún peores. Pero yo, eso lo aguanto. 


Hoy hablé un rato con Fernando, un amigo que está pasando por un momento delicado, con su esposa enferma de un problema oncológico grave y que tiene que cuidar de dos hijos casi adolescentes. Suerte que son chicos educados y responsables y colaboran en llenar el hueco que deja la ausencia de la madre, encamada y sin apenas movilidad autónoma.Y lo cierto es que, en pleno diálogo, no sé de donde me surgió una tonelada de ánimos y aliento. Intuí que tanto como a Fernando me los daba a mí mismo. Pero no me quitaba de la cabeza el recuerdo de tantos ratos compartidos. Son buena gente y siempre me han querido. No me gustaría estar ante "los buenos días perdidos".

Eso de que sean buena gente y que lo estén pasando apretado a varios niveles es lo que me pone agrio cuando veo otros comportamientos frívolos y poco respetuosos con los bienes públicos aunque den golpes de pecho jurando defenderlos. Se juran demasiadas cosas que  se traicionan a diario. La mentira, motor del mundo, decía Revel. Esto sigue siendo cierto. Y la cara, de cemento.





Soy un mal juez conmigo mismo. Pero creo que nunca he descalificado a nadie que no me haya mentido antes y de forma reiterada. Como soy un espelecido tardo en enterarme… Tengo algunos escritos muy curiosos, firmados y sellados por defensores del orden, de la transparencia, de la democracia y de lo que les pongan delante.. demostrando lo poco que les importa eso mismo y que lo dan todo a cambio de poder y de dinero. El resentimiento es un potente motor de cambio. Fíjense en el poderío de lo “sadomaso” en Finlandia, la Atenas de las políticas welfare.

Por ejemplificar, me siento como el anciano nazi protagonista de "La caja de música", aquella película con Jessica Lange. Negaba con  vehemencia los crímenes cometidos en su juventud porque, en realidad, él ya no era el mismo. Habían pasado casi 50 años y no tenía ya nada que ver ese anciano fuertemente asimilado a yanqui con aquel asesino de judíos indefensos. Pero eso pasa en las películas. En el fondo, pese a la visera de los Knicks, latía el mismo personaje. 

Salvando las distancias que la muerte impone, el hartazgo es un poco esto. La sensación de que tengo muy poco que ver con el pasado. Cada vez menos. Por ejemplo. Porque la pandemia ha acelerado muchos acontecimientos y ha liquidado otros tantos que ya estaban muertos. Porque confié en gente inestable (tópico entre tópicos, I know) y viceversa; porque ahora han surgido, la vida es ondulante, personas que desbordan ideas, energía y entusiasmo; porque los buenos siguen donde siempre han estado. Pero me temo a mí mismo. Porque aún no acierto a comprender porqué hay gente que no queriendo verte  insiste en invitarte a su casa y a sus fiestas. ¡Pero si estamos tan a gusto lejos..!

Tiene razón mi último contertulio de la noche cuando yo le aconsejaba que descansase lo más posible, que todo relajo cuando estamos tensos, es muy positivo. "Si yo quiero descansar, claro, y sé que me hace bien.... pero como no existe el libre albedrío". Iba a replicarle pero pensé que sería otra media hora al teléfono y me callé pensando: Ni la libertad, querido, ni la libertad.... 

Leía hoy un fragmento de las cartas de Abelardo y Eloísa, siglo XII, que Diego Gracia usa como linimento anímico. Y pensaba en el pobre Abelardo descrito por Eloísa. Su vida era la de un cirineo torturado. Pero con una mujer que le adoraba hasta escribir para él las palabras más hermosas y amorosas que he leído en muchos años. Pero pobre Abelardo... Vaya cuadrilla de alimañas tenía a su lado... 




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Tanto nadar para acabar dando un pelotazo en el pueblo. ¿Para esto hicimos tantos esfuerzos y juramentos? Lo cuentas y no te lo creen. 


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Creo que tengo derecho a guardar silencio. Ese derecho, al menos. Soledad y silencio.


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Cada entrada en el blog es un alivio. Y una hora menos de sueño. La victoria de Macron en Francia es un alivio. Queda mucho por cambiar, por mejorar. En España, los partidos mayoritarios han reforzado sus estrategias contra la corrupción y el fraude. Controlan mejor los accesos y han pintado los cristales. Todo en orden y concierto.

DÍAS GRISES

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Hoy hace sol. Lo cierto es que no hemos tenido apenas invierno y con la primavera el tiempo ha mejorado algo. Pero también hace viento y con un poco de aire la playa se convierte en algo poco soportable. La arena te ciega los ojos Además, esto se llena de gente que disfruta del descanso del día feriado...Y al final resulta que se agradece ver una serie o una buena peli o escribir algo. 







La prensa está como casi todo por aquí, de capa caída. Aunque llama la atención el terrible crimen del barrio de Vallobín en Oviedo, donde una pobre niña de 14 años fue acuchillada hasta la muerte presuntamente por un ciudadano moldavo que luego se autoasestó 22 puñaladas.. Todo está bajo secreto de sumario pero la ficción puede asaltar lo que le da la gana salvo que estés de putas por Arganzuela. Así que por ahí ya circulan versiones de los hechos. Al final, no entiendo nada. Tan pronto te cuentan como que el presunto homicida era un tipo tosco, zoquete, medio tarado y luego parece que tenía un preparación de tropa de élite: frío, calculador, taimado, más atractivo para los profesores que para los compañeros...

El periodismo tiene un serie problema y la psiquiatría, otro. A veces se confunden tanto que se pisan la manguera. A ver en qué queda esta brutalidad tan desalmada. Lo más importante es que la Justicia caiga como una hostia sobre los culpables.



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Personalmente creo que se nos está yendo la mano lo de recurrir al "narcisismo desatado" como fuente de casi todos los males que terminan en tragedia. Personalmente pienso que vivíamos mejor sin el concepto "narcisismo".


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Hay días grises. Hay "literatura gris", que es aquella que no aparece en las principales bases de datos pero que debe ser incluida en una revisión sistemática. Ahora, un grupo de juristas nacionales que piensan que no hay derecho a esto pero que Hay Derecho usan el concepto de "corrupción gris", que es aquella que se ejerce de forma callada, usando filtros sociales, conocidos, familiares, silencios densos y contenidos, etc.  El problema radica en la dificultad de su detección. Esto es algo casi incompatible con el concepto, salvo que los corruptos sean especialmente idiotas, algo no infrecuente. Pero si ya es difícil legislar, pienso en las dificultades para legislar sobre ello. Me temo que una vez más el poder legislativo quiere sujetar demasiados conflictos con una sola y obsoleta soga. 

Pero corruptos grises, hay a patadas. Y no suelen estar en los contratos fragmentados o tramitados por la vía de urgencia. Las corrupciones grises más frecuentes son las pactadas a plena luz del día y a espaldas de otros políticos y sobre todo, de los ciudadanos. ¡Qué pena de sistema social se nos está quedando...! Personalmente nunca me he sentido tan fuera de juego y en un clima tan coercitivo como ahora. A nivel nacional, local y europeo. Es que ya ni la emigración puede solucionar este problema. Por que antes te ibas a Francia... y todo resuelto... al menos, en la performance... Pero ahora ya ni los franceses parecen fiables. Todo está muy tenso, espeso, complicado. Y eso, suponiendo que esté...

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Hay días verdaderamente complejos. Pasan cosas extrañas que además se hipertrofian en lugar de quitarles hierro y grasa...Pero se nos está yendo gente muy válida y de forma poco explicada. No es buena esta sensación de falta de perspectiva. No es nada bueno que el futuro no huela a baguette recién horneada y un poco de mantequilla casera.

Esto me recuerda al final de aquella canción de La Mode, Carolina, que tanto nos gustaba en los ochenta: 

Y, para colmo, en Fort Yukon escasea la nieve,
y, para colmo, en Fort Yukon no quedan abetos,
y, para colmo, en Fort Yukon sólo hay guarderías,
y, para colmo, en Fort Yukon ...
todos los renos han muerto,
todos los renos han muerto,

En Fort Yukon, Alaska, viven unas 600 personas. 


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Y mientras tanto, seguimos corriendo, nadando, leyendo, enfadándonos, quejándonos, vibrando, aprendiendo, enseñando, pero básicamente disfrutando a manos llenas. 

Total, si cuando vas a decir que te inunda la tristeza y te colapsa el dolor vienen a decirte que lo que más les gusta de ti es la jovialidad y la alegría. 

DISCOS DE REGALIZ

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Tras una temporada de buenas series y películas llevamos un mes de capa caída. Uno se harta de tanta cosa sin sustancia y opta por  no encender el televisor salvo para el fútbol, que nunca falla. Bueno, el que nunca falla es el Real Madrid pero como es tiempo de sensibilidades exacerbadas no quiero sembrar cizaña recordando la nave espacial que Florentino nos está construyendo en La Castellana para ser algo mas que galácticos. 

Las series son más irregulares pero hay tres películas recientes que me han gustado mucho y una cuarta que me ha gustado mucho y demasiado.

Tanto "Cuestión de sangre" (título en inglés: Stillwater, el pueblo donde está la sede de Janssen en USA) como "El último duelo" están protagonizadas por Matt Damon que se está convirtiendo en uno de los grandes actores del momento. Ambas cintas son muy distintas pero Damon consigue actuaciones admirables. 

Las dos películas apelan a los valores más nobles del ser humano, al valor de la palabra dada, al honor, al amor filial, a la tolerancia y la paciencia ante los reveses de la vida y a disfrutar de lo más cercano, sencillo y cotidiano.

En ambos casos, Matt Damon es un hombre callado, entregado a su familia y a su trabajo, no muy inteligente, con pocos intereses materiales y que se conforma con lo que le da su esfuerzo. Y que a causa de la torpeza de amigos o familiares se ve envuelto en situaciones comprometidas que resuelve de la misma manera que su vida: con calma, sin excesos verbales ni violencia desatada. Entrañable Damon en ambos personajes. Ambas películas dan para hablar mucho rato.

Luego, "El poder del perro", la consagración de Benedict Cumberbacht como rey de la pantalla sea del tamaño que sea y de Jane Campion como una de las mejores directoras. Y ahora, dirigiendo a hombres.




Pero la cinta que me hizo saltar en la butaca del cine fue "Licorice Pizza", la historia de los complejos amores juveniles que ha filmado Paul Thomas Anderson y que protagonizan Alana Haim y Cooper Hoffman. Es tan sencilla como turbadora. Tan sensible como arrebatada. Tan real como el sueño más profundo.

Dudo que Alana Haim pueda repetir un papel tan magistral como el que representa aquí. "Licorice Pizza" es el nombre de una cadena de pizzerias californianas pero una querida amiga que sabe mas que yo de estos dulces enredos me ha contado que también se llaman así aquellos discos de regaliz de color rojo o negro que devorábamos hace años y que no sé si siguen existiendo. De todas formas, es una pena porque los hipertensos tenemos el regaliz prohibido por decreto...Y claro, quién se salta una orden médica de ese tipo? Pero si te silba esa chica fea con nariz de judía que se llama Alana tal vez haya quien se juegue el miocardio por una sonrisa de las que suenan muy francas.

En "Licorice pizza" resuena un cine muy clásico adaptado a la década y aflora un tema casi desaparecido en esta época tan falta de matices: la dificultad de los primeros amores. "Dificultosísimos primeros amores", que decía aquel gran jeta llamado Michi Panero en "El desencanto. Si Michi viviera, y analizásemos las yemas de sus dedos encontraríamos huellas de que en esto fue inasequible al desaliento y logró alcanzar cimas muy cotizadas entre gourmets del deseo. Y tengo pruebas de esto que digo. No son rumores. Como dice el único pleonasmo que admito: lo ví con mis propios ojos...





"Licorice Pizza" tiene algo del American Graffitti de Coppola, de la Ley de la calle, también de Francis Ford Coppola. Pero sobre todo esboza una visión agridulce muy decantada y macerada del "amor romántico", de los enamoramientos a primera vista y de la importancia de la pertinaz insistencia en estos casos. PTAnderson recupera una secuenciación mágica de estos momentos: las carreras entre los amantes hasta abrazarse y caer encadenados mientras todo funde a negro o a lagrimeo. Así sucedía con Jean Moreau en "Jules et Jim" o con Anna Karina en "Banda aparte" o con Anjelica Huston en "Paseo por el amor y la muerte". O haciendo la croqueta, como Dudley Moore y Bo Derek en "Diez" en aquella playa lejana.



Este diálogo en Lpizza  podría firmarlo un leonés cualquier tarde y en cualquier caso:

Alana Kane: You don't even know what's going on in the world. You think that the world revolves around Gary Valentine and whatever stupid shit you come up with.

Gary Valentine: It does.

Alana Kane: No it doesn't.

Gary Valentine: Yes, it does.














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Pues poco a poco se va el domingo. Hoy ha sido un día extraño. Una noche aguardentosa y convulsa, inesperada. Poco al poco el sueño fue ganando un terreno muy importante a la vida. Aunque a fin de cuentas la mejor forma de curar las depresiones más graves es convulsivando hasta perder el sentido.

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También ha sido noticia que Arcadi Espada me ha citado junto al maestro Diego Gracia en su Jornal de El Mundo. De eso hemos hablado un buen rato. Que alguien reclame recuperar en la Educación un lugar central para aprender a deliberar en valores no me parece nada despreciable. Y creo que en la prensa solo lo ha explicado Espada. 


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El día se va apagando. Pronto, allá en San Juan, encenderán el faro de mis amores y significará que ha llegado la noche. Hoy el mar ha estado tranquilo, como un plato. Uno sigue con sus dolores. A veces sordos,  a veces lancinantes. Pero adelante.


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Es la página que conservo del único periódico de papel que he comprado en marzo. Lo compré por la foto, el discurso y su gran tamaño. Ya solo busco faros para refugiarme o pegoyos sobre los que sostenerme. Me lo enseñó un día el amigo australiano Alan Rosen.






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Llueve, la niebla se esparce por toda la playa. Ya han encendido el faro. Ya no tengo prisa. Tampoco tengo calma. À suivre...






TRES AÑOS DESPUÉS...

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"Here we are again, stuck by this sea... "que cantaba Brian Eno, en la mejor película de Nanni Moretti y por tanto, la más triste.





Hace tres años que no publicaba en este blog. Posiblemente los tres años más duros y estúpidos de mi vida. Muy posiblemente de la vida de casi todos los occidentales.

He intentado abrir otros blogs pero todos me parecen de una complejidad inaudita. Así que he vuelto a donde empecé. Porque siempre se vuelve a la casa del padre, que decía Novalis.

Hoy es sábado. Hace frío pero brilla el sol. La playa está reluciente. En parte porque el viento frío barre las nubes y aclara el azul cenital hasta lo inimaginable. Y porque las montañas ya cargadas de nieve traen consigo por el aire transparente una luminosidad especial que se estrella contra el gris perla del agua gélida del mar y se funde con el blanco de la espuma de las olas. Son instantes fugaces, hipnóticos y empapados de emociones. Son de una belleza tan soberbia que los versos de esa canción que hace años tarareaba la niña Silvia Pérez Cruz le vienen al pelo: "... si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar..." Pues no, hay algunas cosas que se nos escurren entre los dedos. Aunque no queramos.





Estoy finalizando, entre 18 cosas más, la lectura del "El terrorista y el confidente" el libro que Braulio García Jaén ha escrito durante tres años con Matías Escudero y que es un buen trabajo de investigación sobre el terrorismo islamista desde que en el año 2004 cayeron las Torres Gemelas hasta que en 2017, las Ramblas catalanas fueron testigo de una masacre de inocentes como no había sucedido antes en Barcelona.

Braulio y Matías trabajan con calma, orden, minuciosidad para buscar explicación a las cicatrices que han quedado por el camino y que conectan ambos episodios: el terror a la Yihad      y las políticas preventivas contra el yihadismo y su atolondrado rendimiento. La lucha contra el terror ha resultado ineficaz en muchas ocasiones por la mala calidad del periodismo, de las informaciones. Braulio y Matías trabajan en una línea adictiva para mí: la correlación que hay entre unos medios de comunicación fiables y responsables y la propia concepción de un proceso penal. Comenzando por la escasa fiabilidad de los testimonios de los testigos y finalizando por el cuestionamiento del concepto de "delito" que hacen quienes cuestionan la realidad fáctica en los medios de comunicación. O que defienden una nunca bien explicada "imperfección de los hechos". Lógicamente, son argucias para que cuelen diferentes versiones de los hechos, lo que tanto juego da a los bogados y tanto deterioro arroja sobre la Justicia

Los autores, para delicia de los expertos en la mente que podrán seguir masturbándose tratando de explicar el porqué de estas cosas, no diseccionan lóbulos cerebrales ni cuerpos callosos ni miden(el último grito, el tamaño de la amígdala). Y esto se agradece mucho. Por respeto al método periodístico. Y al método judicial y por ende, al método deliberativo.



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En la mesa espera su momento "La ciudad de los vivos" de Nicola Lagioia, otra crónica negra de un suceso acaecido en Roma en marzo de 2016 y que un tipo listo que veranea en Asturias me recomendó hace un par de semanas.


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Los sábados por la tarde llevan dentro algo mágico. Algunas tardes, la tranquilidad que se respira en la playa llega a ser tan intensa que se hace presente. Sobre todo si el mar, como hoy, guarda un inusitado silencio. Recuerdo las tardes de los sábados leoneses en la infancia. Con su frío intenso y la parálisis social que se cosía a la sisa de la chaqueta. Esa parálisis que de vez en cuando rompía el chirrido de un columpio mal engrasado, de un coche en la distancia o las reuniones gritonas de las pandillas de los más pequeños que eran, en esas breves horas, los amos de la calle. Ahora me siento como Jose Luis Vázquez en "Peppermint Frappé". 






O como Sampietro en el "El pájaro de la felicidad". Me hago pasar por muerto para convivir mejor con la angustia. Porque oleadas inesperadas me sacan el corazón por la boca y me lo dejan debajo del zapato. La culpa es un sentimiento que paraliza y está de sobra en cualquier análisis biográfico. Lo que me quema no es un dilema pero es un conflicto. Esta perpetua e ingrata sensación de ser ingenuo a manos llenas nunca me abandona totalmente. Suelo creerme casi todo lo que me cuentan. Y escuchar a todo el que necesita ayuda y yo pueda dársela. Me decía una amistad que ha visto algunos de mis malestares con el radioscopio que tiene en los ojos: "Eres tú quién no tiene que cambiar nada. Eres buena gente y eso basta". Pero lo dice por ayudarme. Y porque no sabe que tengo un corazón de traidor, un corazón de canalla.



UNA SOLEDAD MUY PARECIDA A LA FELICIDAD

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Una soledad muy parecida a la felicidad


23.03.2019 | 23:58

El escritor ruso Yuri Kariakin, uno de los ideólogos de la Perestroika, solía decir: "Hay dos obras clave para un intelectual ruso: 'Los demonios', de Dostoievski, y 'Archipiélago Gulag', de Solzhenitsin". La primera es una advertencia del infierno que se abre ante nosotros. 'Archipiélago Gulag' se encuentra a la salida del infierno, es como un inventario de lo que hicieron con nosotros. Se necesitó 'Archipiélago Gulag' para comprender 'Los demonios". En la década de los noventa los rusos asistieron a la hecatombe del sistema comunista y pasaron a vivir en un mundo dominado por valores capitalistas. De esta transformación da cuenta la escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich en una pentalogía a la que ha llamado "Voces de la Utopía" elaborada a partir de "voces", que siempre son entrevistas con testigos de los hechos: "La guerra no tiene nombre de mujer", "Últimos testigos", "Los muchachos de zinc" y "Voces de Chernóbil" balizan el recorrido de Svetlana por la muerte en la URSS comunista.
El último libro de esta pentalogía traducido al castellano por Jorge Ferrer con el título de "El fin del Homo sovieticus" (Acantilado, 2015) puede sumarse a ese lugar privilegiado que ocupan "Los demonios" y "Archipiélago Gulag". Porque es muy difícil describir tan rigurosamente la transformación de la sociedad rusa en el último cuarto de siglo como lo hace Aleksiévich. Este libro llevó a su autora a ganar el Premio Nobel de Literatura de 2015.
Svetlana Aleksiévich nació en Ucrania en 1948 pero pronto se trasladó a Minsk, Bielorrusia, donde estudió periodismo. Comprometida con la aproximación a Occidente y las libertades ilustradas, fue muy crítica con Lukashenko lo que le costó el exilio en el año 2000. En el año 2011 volvió a Minsk.
Toda su obra busca narrar los sufrimientos de los soviéticos en la época comunista. "Mi generación creció entre víctimas y verdugos. Siempre con el miedo ordenando la vida comunitaria", explica. La obra cumbre de su pentalogía es "El fin del Homo sovieticus". En ella Aleksiévich confronta a los rusos de los años noventa con el cataclismo social que supuso la muerte de la URSS. Entrevista a entrevista, palabra tras palabra, Aleksiévich va tomando minuciosamente nota de la resonancia que estos acontecimientos tienen en quienes los vivieron. El resultado es una honda desolación. "Hoy en los países de la antigua URSS hemos de convivir con las ratas que salieron de nuestra propia alma. No supimos construir el famoso 'socialismo de rostro humano' y el poder lo han tomado ladrones o asesinos procedentes del viejo régimen". "Creíamos que todos los males estaban tras los muros del Kremlin y no supimos crear una alternativa al 'Homo sovieticus', ese plan del marxismo-leninismo para transformar la naturaleza humana".
Entre los capítulos que componen esa hermosa sinfonía que es "El fin del Homo sovieticus" hay algunos de una especial potencia emocional. Hay uno especialmente bello, un verso libre en el viaje a los infiernos. Se titula "De una soledad muy parecida a la felicidad". Es una conversación entre Svetlana Aleksiévich y una ejecutiva llamada Alisa Z., de 35 años de edad, a la que conoce durante un viaje en tren a San Petersburgo. Pocas conversaciones reflejan tantos dilemas sociales, sentimentales, políticos y profesionales como ésta.
Y pocos personajes como el de Alisa Z. representan con tanta fidelidad a una generación. Alisa Z., Aleksiévich bien lo sabe, está muy cerca de transformarse en arquetipo. Y eso supone haber parido algo muy importante. Svetlana recuerda que grabó con dictáfono aquel encuentro porque le sorprendió que una mujer tan joven, criada entre los mejores aromas de la disidencia, huyera del mundo cultural que le legaban sus padres. Alisa Z es una mujer que ha contemplado demasiado cambio tumultuoso, demasiada psicopatía en sus compatriotas y el derrumbe de los salvíficos ideales que guiaron su infancia y adolescencia. Alisa Z. quiere a sus padres, lectores devotos de Pasternak, Gogol, Chejov, etc., pero no les entiende. Ella ha pasado miedo y hambre y ha jurado que eso no le volverá a suceder. En la década de los noventa, cuando las mafias comenzaron a adueñarse de Moscú y hombres de negocios armados hasta los dientes tomaron el control de las empresas más rentables, se hizo una mujer fuerte, se blindó contra el dolor de los recuerdos mientras huía en pos del fastuoso mundo que llegaba con el dinero y el modus vivendi occidental. Pero la triunfante ejecutiva Alisa Z. está sola. Una vez estuvo locamente enamorada de un hombre casado que la abandonó al saber que esperaba una hija. Algo falla en las mujeres fuertes: frecuentemente acaban solas. Pero desde su soledad, con una hija pequeña, Alisa Z. ha construido su fortaleza. Y lo que es mucho más importante: de sus "voces" volcadas al dictáfono de Aleksiévich, nace una nueva sociología: "La soledad ya es algo que se elige. Ahora, los solitarios son personas de éxito, personas felices, tienen dinero. Soy una cazadora y no una presa sumisa. La soledad se parece mucho a la felicidad".
Un personaje literario se asoma a la trascendencia si se transforma en personaje de teatro. Hace dos años que la actriz Patricia Jacas comenzó a representar el hermosísimo monólogo de Alisa Z. que Aleksiévich ha publicado. Hace dos años que Alisa Z. ha cobrado vida propia y es un personaje que recorre España bajo la piel nívea de su "alter ego" Patricia Jacas, que durante poco más de una hora, en un escenario mínimo y minimalista logra una de las mejores composiciones teatrales que se pueden ver a día de hoy. Tras más de treinta noches juntas, la actriz Jacas conoce a Alisa Z. mejor que ella misma. Y la somete en el escenario. No le permite exabruptos ni salidas de tono. En el escenario apenas sucede nada: aparece una mujer joven, sobre un diván y entre objetos de manicura, teléfonos móviles, copas de vodka y de champán, y nos cuenta su vida. El escenario es un mar de tranquilidad. Pero el conflicto se hace drama en las entrañas de Alisa, en sus dudas, en sus vacilaciones, en sus radicales certezas. Sobre el escenario se pasea una corporalidad contenida ante una tormenta interna. Sobre el escenario, la actriz Jacas. Chejoviana. Habla, habla y?Y canta. De una soledad muy parecida a la felicidad, se titula la balada.

DEDICATORIA

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"Dedicatoria"

Reflexión sobre las relaciones entre hombres y mujeres a partir de la película de Jaime Chávarri

16.03.2019 | 23:53
"Dedicatoria" (1980) es una de mis películas favoritas. La dirigió Jaime Chávarri y la protagonizaban dos actrices especialmente bellas: Amparo Muñoz y Patricia Adriani. El elenco masculino lo recuerdo con menos fervor. Con "Dedicatoria", Chávarri cerró su ciclo de "películas civilizadas" que formaron también: "A un Dios desconocido", "El desencanto" y "Los viajes escolares". 
"Hasta ahora he hecho un cine muy civilizado, en el sentido de que los personajes reaccionaban ante sus problemas de una manera, más o menos racional, y en este momento yo empiezo a no creerme esto. Empieza a haber una cierta tensión en el ambiente, no sólo en el social, sino en el de las relaciones personales. En 'Dedicatoria', hay una historia de amor principal y surgen otras dos paralelas que los personajes intentan vivir de una manera sensata, lo que está en contradicción con el sentimiento visceral que es el amor. También en lo que se refiere a la profesión del personaje principal, que es periodista: 'a mí no me importa si lo que me cuentan es verdad o es mentira'. Los personajes de mis películas siempre encontraban en lo razonable un punto de apoyo para enfrentarse con las cosas, y creo que ahora lo razonable y lo civilizado empieza a fallar porque está fallando el mundo en que vivimos. Esto hace agua por todos los lados", decía Chávarri en 1980. 
Poco antes, en 1979, Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut habían escrito que el feminismo y los movimientos gays, transexuales y lesbianas establecerían una nueva maleabilidad amorosa, un nuevo "desorden amoroso". 
Han ido pasando los años y estas relaciones han cambiado. La posmodernidad "desordenada" trajo consigo la quiebra del compromiso en las relaciones sentimentales, con el egoísmo presidiendo la escena conyugal. Los movimientos feministas se aferraron a conceptos como el de "falocracia" que dibujaba a la mujer dominada por el hombre. O sea, a la mujer como esclava pero de un esclavo, de un hombre sometido a unos estereotipos muy básicos, a una vida regida por los básicos códigos de la virilidad. 
El mundo civilizado que Chávarri echaba en falta en 1980 saltó definitivamente por los aires hace unos años con la emergencia de las redes sociales y sobre todo con el movimiento #metoo, cuya formulación más radical extiende la sospecha de que en la mayoría de relaciones sexuales entre hombres y mujeres existe un componente intimidatorio. Un análisis documentado y riguroso de lo acontecido en las relaciones hombre-mujer tras el #metoo lo encontrará el lector en "(Fe)male Gaze. El contrato sexual en el siglo XXI", un texto breve e interesante de Manuel Arias Maldonado (Anagrama, 2019). Su título, "La mirada femenina", hace referencia a la teoría "male gaze" (la mirada del hombre sobre la mujer) que popularizó en 1975 la escritora Laura Mulvey para quien "el uso inconsciente del patriarcado en los códigos de representación fílmicos vendría a perpetuar las estructuras de poder fuera de la sala de cine". El relajo y la debilidad de las tesis de Mulvey son fácilmente demostrables. Si bien es cierto que el cine de Hitchcock rinde culto a la "male gaze", no es menos cierto que J. L. Mankiewicz tras rodar "Eva al desnudo" (1950) contó: "Yo hice una película titulada Eva al desnudo. Si hubiese tenido que rodar Adán al desnudo no habría tenido ni para un cortometraje". La cita de Mankiewicz abre el sugerente libro "El alma de las mujeres" (Cecilio de Oriol y J. Lázaro, Deliberar, 2017). 
Así están las cosas. Como explica Arias Maldonado, las tesis del #metoo no son nuevas. Lo que sí es novedoso es el gran apoyo popular que están recibiendo proveniente tanto de las redes sociales como de la llegada a puestos de poder de un porcentaje de mujeres muy superior al de ninguna otra época de nuestra historia, éxito que casi nunca se atribuye a las sociedades liberales. 
El futuro de las relaciones entre hombres y mujeres, ese nuevo contrato sexual del siglo XXI, habrá de restablecer la confianza rota en estos últimos años. Paradójicamente, en la vieja Europa un grupo de intelectuales vinculados al psicoanálisis no solo da por resuelta la batalla desencadenada en Estados Unidos tras el caso Harry Weinstein sino que aboga por la restitución del orden perdido al rescoldo de la institución matrimonial, que Freud, teórica y actitudinalmente, había hecho saltar por los aires. Adalides de esta causa son los franceses Julia Kristeva y Philippe Sollers, que se casaron en 1967 y siguen juntos 52 años después pese a que entre medias Sollers mantuvo un idilio con la novelista Dominique Rolin que duró más de treinta años y que está escriturado en una formidable correspondencia amatoria. 
También aboga por la persistencia "contra viento y marea" de las relaciones de pareja, el italiano Massimo Recalcati con su apostolado en pro "del duro deseo de durar", esa frase de Éluard que tanto gustaba a Lacan. 
Arias Maldonado abre su opúsculo con una canción de Elvis Presley que compendia a la perfección el actual estado de las cosas: "We can´t go together with suspicious minds. And we can´t build our dreams with suspicious minds". 
Yo levanto la vista del ordenador. Y en el patio de la casa, bañado por el sol de primavera, bajo el emparrado, entre las primeras camelias florecidas, una mujer joven sentada en una pequeña silla de mimbre sacude hacia atrás su larga y rizada melena. En un viejo radiocasete suena la voz de Manolo Caracol. La niña de fuego. Patricia Adriani. Dedicatoria. El amor y la razón.