DISCOS DE REGALIZ

Tras una temporada de buenas series y películas llevamos un mes de capa caída. Uno se harta de tanta cosa sin sustancia y opta por  no encender el televisor salvo para el fútbol, que nunca falla. Bueno, el que nunca falla es el Real Madrid pero como es tiempo de sensibilidades exacerbadas no quiero sembrar cizaña recordando la nave espacial que Florentino nos está construyendo en La Castellana para ser algo mas que galácticos. 

Las series son más irregulares pero hay tres películas recientes que me han gustado mucho y una cuarta que me ha gustado mucho y demasiado.

Tanto "Cuestión de sangre" (título en inglés: Stillwater, el pueblo donde está la sede de Janssen en USA) como "El último duelo" están protagonizadas por Matt Damon que se está convirtiendo en uno de los grandes actores del momento. Ambas cintas son muy distintas pero Damon consigue actuaciones admirables. 

Las dos películas apelan a los valores más nobles del ser humano, al valor de la palabra dada, al honor, al amor filial, a la tolerancia y la paciencia ante los reveses de la vida y a disfrutar de lo más cercano, sencillo y cotidiano.

En ambos casos, Matt Damon es un hombre callado, entregado a su familia y a su trabajo, no muy inteligente, con pocos intereses materiales y que se conforma con lo que le da su esfuerzo. Y que a causa de la torpeza de amigos o familiares se ve envuelto en situaciones comprometidas que resuelve de la misma manera que su vida: con calma, sin excesos verbales ni violencia desatada. Entrañable Damon en ambos personajes. Ambas películas dan para hablar mucho rato.

Luego, "El poder del perro", la consagración de Benedict Cumberbacht como rey de la pantalla sea del tamaño que sea y de Jane Campion como una de las mejores directoras. Y ahora, dirigiendo a hombres.




Pero la cinta que me hizo saltar en la butaca del cine fue "Licorice Pizza", la historia de los complejos amores juveniles que ha filmado Paul Thomas Anderson y que protagonizan Alana Haim y Cooper Hoffman. Es tan sencilla como turbadora. Tan sensible como arrebatada. Tan real como el sueño más profundo.

Dudo que Alana Haim pueda repetir un papel tan magistral como el que representa aquí. "Licorice Pizza" es el nombre de una cadena de pizzerias californianas pero una querida amiga que sabe mas que yo de estos dulces enredos me ha contado que también se llaman así aquellos discos de regaliz de color rojo o negro que devorábamos hace años y que no sé si siguen existiendo. De todas formas, es una pena porque los hipertensos tenemos el regaliz prohibido por decreto...Y claro, quién se salta una orden médica de ese tipo? Pero si te silba esa chica fea con nariz de judía que se llama Alana tal vez haya quien se juegue el miocardio por una sonrisa de las que suenan muy francas.

En "Licorice pizza" resuena un cine muy clásico adaptado a la década y aflora un tema casi desaparecido en esta época tan falta de matices: la dificultad de los primeros amores. "Dificultosísimos primeros amores", que decía aquel gran jeta llamado Michi Panero en "El desencanto. Si Michi viviera, y analizásemos las yemas de sus dedos encontraríamos huellas de que en esto fue inasequible al desaliento y logró alcanzar cimas muy cotizadas entre gourmets del deseo. Y tengo pruebas de esto que digo. No son rumores. Como dice el único pleonasmo que admito: lo ví con mis propios ojos...





"Licorice Pizza" tiene algo del American Graffitti de Coppola, de la Ley de la calle, también de Francis Ford Coppola. Pero sobre todo esboza una visión agridulce muy decantada y macerada del "amor romántico", de los enamoramientos a primera vista y de la importancia de la pertinaz insistencia en estos casos. PTAnderson recupera una secuenciación mágica de estos momentos: las carreras entre los amantes hasta abrazarse y caer encadenados mientras todo funde a negro o a lagrimeo. Así sucedía con Jean Moreau en "Jules et Jim" o con Anna Karina en "Banda aparte" o con Anjelica Huston en "Paseo por el amor y la muerte". O haciendo la croqueta, como Dudley Moore y Bo Derek en "Diez" en aquella playa lejana.



Este diálogo en Lpizza  podría firmarlo un leonés cualquier tarde y en cualquier caso:

Alana Kane: You don't even know what's going on in the world. You think that the world revolves around Gary Valentine and whatever stupid shit you come up with.

Gary Valentine: It does.

Alana Kane: No it doesn't.

Gary Valentine: Yes, it does.














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Pues poco a poco se va el domingo. Hoy ha sido un día extraño. Una noche aguardentosa y convulsa, inesperada. Poco al poco el sueño fue ganando un terreno muy importante a la vida. Aunque a fin de cuentas la mejor forma de curar las depresiones más graves es convulsivando hasta perder el sentido.

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También ha sido noticia que Arcadi Espada me ha citado junto al maestro Diego Gracia en su Jornal de El Mundo. De eso hemos hablado un buen rato. Que alguien reclame recuperar en la Educación un lugar central para aprender a deliberar en valores no me parece nada despreciable. Y creo que en la prensa solo lo ha explicado Espada. 


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El día se va apagando. Pronto, allá en San Juan, encenderán el faro de mis amores y significará que ha llegado la noche. Hoy el mar ha estado tranquilo, como un plato. Uno sigue con sus dolores. A veces sordos,  a veces lancinantes. Pero adelante.


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Es la página que conservo del único periódico de papel que he comprado en marzo. Lo compré por la foto, el discurso y su gran tamaño. Ya solo busco faros para refugiarme o pegoyos sobre los que sostenerme. Me lo enseñó un día el amigo australiano Alan Rosen.






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Llueve, la niebla se esparce por toda la playa. Ya han encendido el faro. Ya no tengo prisa. Tampoco tengo calma. À suivre...






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