TRES AÑOS DESPUÉS...

"Here we are again, stuck by this sea... "que cantaba Brian Eno, en la mejor película de Nanni Moretti y por tanto, la más triste.





Hace tres años que no publicaba en este blog. Posiblemente los tres años más duros y estúpidos de mi vida. Muy posiblemente de la vida de casi todos los occidentales.

He intentado abrir otros blogs pero todos me parecen de una complejidad inaudita. Así que he vuelto a donde empecé. Porque siempre se vuelve a la casa del padre, que decía Novalis.

Hoy es sábado. Hace frío pero brilla el sol. La playa está reluciente. En parte porque el viento frío barre las nubes y aclara el azul cenital hasta lo inimaginable. Y porque las montañas ya cargadas de nieve traen consigo por el aire transparente una luminosidad especial que se estrella contra el gris perla del agua gélida del mar y se funde con el blanco de la espuma de las olas. Son instantes fugaces, hipnóticos y empapados de emociones. Son de una belleza tan soberbia que los versos de esa canción que hace años tarareaba la niña Silvia Pérez Cruz le vienen al pelo: "... si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar..." Pues no, hay algunas cosas que se nos escurren entre los dedos. Aunque no queramos.





Estoy finalizando, entre 18 cosas más, la lectura del "El terrorista y el confidente" el libro que Braulio García Jaén ha escrito durante tres años con Matías Escudero y que es un buen trabajo de investigación sobre el terrorismo islamista desde que en el año 2004 cayeron las Torres Gemelas hasta que en 2017, las Ramblas catalanas fueron testigo de una masacre de inocentes como no había sucedido antes en Barcelona.

Braulio y Matías trabajan con calma, orden, minuciosidad para buscar explicación a las cicatrices que han quedado por el camino y que conectan ambos episodios: el terror a la Yihad      y las políticas preventivas contra el yihadismo y su atolondrado rendimiento. La lucha contra el terror ha resultado ineficaz en muchas ocasiones por la mala calidad del periodismo, de las informaciones. Braulio y Matías trabajan en una línea adictiva para mí: la correlación que hay entre unos medios de comunicación fiables y responsables y la propia concepción de un proceso penal. Comenzando por la escasa fiabilidad de los testimonios de los testigos y finalizando por el cuestionamiento del concepto de "delito" que hacen quienes cuestionan la realidad fáctica en los medios de comunicación. O que defienden una nunca bien explicada "imperfección de los hechos". Lógicamente, son argucias para que cuelen diferentes versiones de los hechos, lo que tanto juego da a los bogados y tanto deterioro arroja sobre la Justicia

Los autores, para delicia de los expertos en la mente que podrán seguir masturbándose tratando de explicar el porqué de estas cosas, no diseccionan lóbulos cerebrales ni cuerpos callosos ni miden(el último grito, el tamaño de la amígdala). Y esto se agradece mucho. Por respeto al método periodístico. Y al método judicial y por ende, al método deliberativo.



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En la mesa espera su momento "La ciudad de los vivos" de Nicola Lagioia, otra crónica negra de un suceso acaecido en Roma en marzo de 2016 y que un tipo listo que veranea en Asturias me recomendó hace un par de semanas.


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Los sábados por la tarde llevan dentro algo mágico. Algunas tardes, la tranquilidad que se respira en la playa llega a ser tan intensa que se hace presente. Sobre todo si el mar, como hoy, guarda un inusitado silencio. Recuerdo las tardes de los sábados leoneses en la infancia. Con su frío intenso y la parálisis social que se cosía a la sisa de la chaqueta. Esa parálisis que de vez en cuando rompía el chirrido de un columpio mal engrasado, de un coche en la distancia o las reuniones gritonas de las pandillas de los más pequeños que eran, en esas breves horas, los amos de la calle. Ahora me siento como Jose Luis Vázquez en "Peppermint Frappé". 






O como Sampietro en el "El pájaro de la felicidad". Me hago pasar por muerto para convivir mejor con la angustia. Porque oleadas inesperadas me sacan el corazón por la boca y me lo dejan debajo del zapato. La culpa es un sentimiento que paraliza y está de sobra en cualquier análisis biográfico. Lo que me quema no es un dilema pero es un conflicto. Esta perpetua e ingrata sensación de ser ingenuo a manos llenas nunca me abandona totalmente. Suelo creerme casi todo lo que me cuentan. Y escuchar a todo el que necesita ayuda y yo pueda dársela. Me decía una amistad que ha visto algunos de mis malestares con el radioscopio que tiene en los ojos: "Eres tú quién no tiene que cambiar nada. Eres buena gente y eso basta". Pero lo dice por ayudarme. Y porque no sabe que tengo un corazón de traidor, un corazón de canalla.



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