UN TIRO EN EL CORAZÓN ( hoy en La Nueva España)

Eran poco más de las nueve de la mañana del pasado miércoles 19 de julio cuando los medios de comunicación informaban de la muerte por herida de bala en una finca de Córdoba del exbanquero Miguel Blesa, uno de los principales imputados del "caso Bankia" y de las llamadas tarjetas black. A Blesa lo encontró ya moribundo, desangrado, un guardés de su finca, que fue quien dio la noticia al resto de compañeros con los que iban a salir esa mañana de caza. 
Lo que sucedió entonces en los medios de comunicación nacional fue que se formó una especie de tsunami de mierda que hizo llegar al paroxismo orgiástico a la mayoría de los tertulianos que nos arreglan el mundo a diario. Casi todos los medios de comunicación hicieron un papel muy triste, pero para la historia quedará la portada del "ABC" del día 20 de julio de 2017: "Planeó el suicidio de forma fría y calculada". Cabe la dudosa posibilidad de que el "ABC" lograse implantar un corresponsal en el lóbulo prefrontal de Miguel Blesa, pero esto es raro. Pruebe el lector a pensar en darse muerte por su propia mano. Y ya verá que los dos adjetivos no le caben en la misma frase. Un auténtico disparate esa portada, epítome de una de las peores barrabasadas que recuerdo en el tratamiento mediático de un muerto por suicidio. Hablo al respecto con Sergio González Ausina, un periodista experto en el tema, que ha asesorado en la elaboración del plan de prevención del suicidio en Asturias que el Sespa pondrá en breve en marcha, cerrando una ausencia histórica porque se podrá hacer más o menos por evitar suicidios pero lo que no podemos es cruzarnos de brazos. Sergio lo tiene muy claro. Cada suicidio debiera ser tratado como una necrológica. No debería merecer en la prensa del día siguiente ninguna otra consideración distinta a la del obituario. Luego, si la persona muerta tiene una especial relevancia, pasadas dos o tres semanas de respeto al fallecido y a sus familiares, se podrían hacer reportajes de fondo que intentasen dar una explicación lo más científica y ajustada a la realidad posible de lo sucedido, a ser posible con la biografía del personaje. Pero nada de esto sucedió la semana pasada. 



Eran las diez de la mañana y el sanedrín popular que incluye un guardia civil, un psicólogo de guardia, un vecino enterado y varios desocupados ya había concluido que Miguel Blesa se había suicidado. Cierto que cuando hay una muerte por herida de bala, un forense experimentado no tarda en diferenciar si se trata de un suicidio o de un accidente. El disparo del suicida deja un tatuaje en el orificio de entrada, cosa que no pasa en el accidente. Pero como sabemos desde el famoso cuadro de Manet, desde 1877, lo primero que hay que hacer en estos casos es dejar actuar a la Policía científica. Pero en España vamos para atrás. Cuando tras varias horas de trabajo los forenses cordobeses informaron al Juzgado que llevaba el caso de la certeza de que se trataba de un suicidio, el ponderado pueblo español espoleado por sus avispados periodistas ya tenía listo el veredicto: se había quitado la vida por su propia mano como correspondía a tantas corruptelas como las que había organizado el expresidente de Bankia. Nada que objetar a esta forma de hacer justicia por su propia mano, certificaban los opinantes y los abundantes memes que se mofan de las muertes variadas de nuestros corruptos nacionales. No se dan cuenta de que el razonamiento que usan es el mismo que usa la mafia o el inhumano Estado de Texas (USA) para justificar la pena de muerte. Pero no pasa nada. La culta Europa puede permitirse estos desafueros. 
Hace un par de años que el director de un medio de comunicación nacional me planteó una pregunta realmente interesante. Vista la crisis española en perspectiva, vistos los innumerables casos de corrupción en todas las comunidades autónomas, el periodista, que había vivido "en directo" el "caso Tangentópoli", que englobó la lucha contra la corrupción italiana desde 1992, en que Di Pietro detuvo al socialista Chiesa, hasta cerca del año 2000, se extrañaba de que en ese proceso se hubiesen suicidado 32 imputados, algunos sin sentencia, y de que en España, pese a que los famosos imputados superaban los dos centenas, ni uno solo se hubiese atrevido a quitarse de en medio. Llevo dos años recopilando información sobre el tema, que me interesa sobremanera. Desde luego, la explicación de la presión social y mediática sobre los suicidas que se dio en Italia suena a cuento chino, como sucede ahora con Blesa. En Italia se quitaron de en medio inocentes que no pudieron soportar la vergüenza de la imputación, culpables que habían sido engañados y, sí, algún otro que no pudo resistir la dureza de la vida en la cárcel. Pero los verdaderos responsables del enredo, los psicópatas que manejaron toda aquella trama, siguen vivos o murieron en la cama. La psiquiatría sabe que es muy raro que un psicópata se quite la vida por su mano. 
Como médico me ha sorprendido la inhibición de los profesionales al respecto. Todo parece indicar que cuando Blesa se pega un tiro es porque algo en su cerebro ha fallado, porque lleva tiempo mal. Y es deber del médico corregir ese defecto y conseguir que el presunto culpable tenga una muerte normal, aunque sea en la cárcel. También sorprende que la Asociación de Defensa de Víctimas del Suicidio, que tan bien está funcionando, no se haya pronunciado sobre el asunto. 
Otro de los rasgos diferenciales del abordaje mediático del "caso Blesa": se conocen todos los detalles del caso, el precio de la bala, del rifle, de que si cayó de lado, de que si se quitó la camisa, de que tomaba el café y era campechano con la cuadrilla, pero ninguno de Blesa como persona. Pero al periodismo rápido, el que busca escaquear la verdad tras el sentimentalismo, esto le da lo mismo. Blesa ya es historia y en un mes será una mancha en el pasado. Es el precio de los tiempos tan comunicados como desinformados y vacíos de valores morales. 
Pero no podemos exigir a los ciudadanos y a los medios que cumplan con su obligación ética de seres humanos. El día del suicidio de Blesa, el Partido Popular y el PSOE decidieron que, fuese cual fuese la trayectoria vital y profesional de Blesa, era el momento de dar el pésame a la familia y guardar silencio. Eso les honra. Porque a su lado, Pablo Iglesias, nuestro Pedro Navaja más conocido, dio el pésame a la par que recordaba la cantidad de suicidados por los desahucios y ruinas económicas causadas por Bankia. Con la crisis económica, la mayoría de la prensa española ha hecho un trabajo distorsionado al vincularla con el aumento de los suicidios sin que haya evidencias claras de ello. Sí que las hay con ciertas enfermedades. Nuestra querida prensa llegó a presentar ciertos suicidios vinculados a un desahucio de forma que más bien parecían un homicidio: subía el juez por la escalera y... Tal vez se refiera a este sentimentalismo demagógico el líder de esa cierta izquierda que necesita abolir la razón y la realidad para sobrevivir. 

Hay ciertos políticos que deberían mirarse en el espejo fijamente antes de hablar. Pero uno es consciente de que hay espejos que prefieren no devolver ciertas imágenes.

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4 Responses to “UN TIRO EN EL CORAZÓN ( hoy en La Nueva España)”

  1. Ayer fue la comida con Catalino, un clásico veraniego sólo equiparable al posado de Ana Obregón o al trofeo Carranza. Como siempre, vino a recogerme al trabajo y luego desandamos las calles del viejo barrio chino. La caló era sofocante, húmeda, tropical. Al pasar por la calle Viana debieron confundirnos con dos secundarios de la función. Es lo bueno de ir con el Catalino, que mimetiza bien en todos los ambientes. Si lo pones en el barrio chino parece el yonki más yonki y si lo pones en palacio parece el fabricante de los ferrero rocher. Ayer nos decantamos por un italiano. L'Angolo der grillo, comida romana en manos de dos furibundos romanistas. Bien. La calle Tejedores es calle del Raval en Valencia. Tiene la textura y el enladrillado de aquella ciudad llamada Barcelona. Si cayó en Valencia es por hartazgo. Al otro lado surge el pasadizo de Valeriola, que siempre fue, con diferencia, la más bonita de la ciudad. Exhibía zig-zags y palacetes y hasta una tienda de tripas. Creo que comimos bien. Sin excesos. Hablamos de lo de siempre. De la muerte, de la escritura, de nuestros ya clásicos encuentros en la ciudad de agosto. De vuelta pasamos por el solar donde estuvo el cine Español. Era el cine al que Catalino iba de niño. Creo que le gustó pasar por esa calle. Nos despedimos en el portal donde vivió casi 10 años. Y dijo lo de siempre: ya es casualidad que trabajes justo delante de donde yo vivía. Un año más, el placer fue mayúsculo.

    viejo Casale

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    1. Un placer, queridos. Un placer saber de ambos y saber de ambos juntos y disfrutando de esa ciudad hecha a capas. ¡Cuando pienso en los buenos tiempos....!

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