Ácidos ecos

El Padre Mercutio lleva casi 15 años poniendo orden en la blogosfera y lo hace mejor que nadie. Me ha amonestado por no reactivar el blog: " que lleva mucho tiempo parado". Lleva razón el bueno de Merc, que tanto como persona o como personaje siempre dice la verdad, aunque no la diga toda. Así que allá vamos.... 

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Me parece una gran idea la del sheriff del condado de Duncan  de "no regalar la fama al asesino de Oregón" negándose a publicar su nombre y mostrando cuatro datos básicos de su simple biografía. La industria "Columbine" verá frenada su expansión de manera dramática. Tarde se aprende lo sencillo, decía José Hierro. Ah¡ ¿y qué hacemos con ese animalito que se llama libertad de información? Ustedes verán...Ya me me cuentan....

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Leo en La Voz de Avilés una entrevista con una persona enferma de cáncer de mama que explica que "la enfermedad no viene sola". Y que al sufrimiento físico le acompaña muchas veces la penuria económica. Me parece bien que se cuente esto porque es contar la verdad. Es ahora, ante estas cornadas de la vida, cuando se muestra la irresponsabilidad del melodrama "Ma-ma" de Julio Medem que, a fuer de adulterar la realidad, consigue que las quejas de esta mujer del periódico y de la gran mayoría de enfermas parezcan un signo de debilidad. La capacidad performativa del cine es de una potencia abrasadora y algunos directores, como los espejos, deberían pensárselo dos veces antes de emitir determinadas imágenes. Que las enfermedades son un calvario es algo irrevocable. Irrevocable. Va en su ADN. Bien lo explicó Susan Sontag hace muchos años. Y a partir de ahí estructuremos la realidad. No hay mejor forma de luchar contra el estigma de las enfermedades que llamando a los síntomas por su nombre. Y dotando a los enfermos de los mejores tratamientos para su curación. Los ánimos del graderío y el papel de regalo, se agradecen, pero son secundarios. Por cierto, que se sepa, la Consejería de Sanidad que aplicó los recortes más drásticos en las terapias oncológicas fue la catalana. Ahí están los datos. Pero no, Medem no rodó las escenas de hospital en Barcelona. Con lo que le hubiese gustado a los hermanos Trueba...





















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 Las razones de Jesús Mosterín, el filósofo, para abolir los toros. ¡Cuánto sesgo interesado! ¡Cuánta imprecisión! Acaba construyendo todo su argumentario sobre esa brizna tan aleve de realidad que es el "dolor del toro". El último torero muerto en el ruedo fue Pepe Cáceres en 1987, si dejamos de lado a Manolo Montoliú, gran banderillero y torero que se quedó para siempre entre los cuernos de un "atanasio" en la Maestranza de Sevilla en 1992. Si no han muerto más es porque las ciencias avanzan que es una barbaridad y no por la falta de severidad de las cornadas. Mosterín tampoco ha leído a Luis Martín-Arias que explica, es un estudioso, porqué en la tauromaquia lo cultural no es solamente una adjetivación. Mosterín es de los que piensan, como decía Tierno Galván, que los humanos "somos perros que hablan". Hasta aquí hemos llegado.


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Esta bonita entrada sobre el gran Alan Resnais en el excelente blog de Nuria Vidal

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7 Responses to “Ácidos ecos”

  1. Hablando de Merc, uno más bien diría, como Sabina, "calla más de lo que dice, pero dice la verdad".

    (Que no sé si hasta incluso es lo mismo que usted ha dicho.)

    ((Aunque podría ser.))

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  2. RECOÑA, Protactínio. Un abrazo grande.

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  3. Día de la Hispanidad.

    Lo que entonces fue una chiquillada hoy es verdad democrática inamovible.

    Mi tía enseñando a leer a mi primo.
    - ¿La m con la a?
    - ¡Pa!
    - No, ma.
    - ¡En mi colegio es pa!

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  4. LA HUELGA DE CUERNOS CAÍDOS

    Desengáñese usted—me decía un viejo aficionado—. Ya no hay toros...

    El viejo aficionado, como todos los viejos aficionados, creía que los toros se dividen en mansos y bravos, y que la especie de estos últimos está extinguiéndose. Por mi parte, yo he adquirido el convencimiento de que todos los toros son igualmente mansos, y de que si en la plaza tratan, a veces, de matar a los toreros, es por la misma razón en virtud de la cual los toreros tratan—también a veces—de matar a los toros: para entretener al público. Días atrás estuve en una ganadería. Los toros pacían por allíde una manera perfectamente bucólica, dejándose acariciar de los vaqueros y de los visitantes.

    —¿Y éstas son las fieras?—dije yo.

    —¡Hombre!—me contestaron—. ¿Qué quiere usted que hagan aquí? Ya las verá usted en la plaza...

    Esto de suponer que el toro no desarrolla su verdadera naturaleza de fiera mientras no llega a la plaza, es algo así como imaginarse que el tigre tampoco desarrolla la suya hasta que lo llevan a un circo. Si en el interior de África nos enseñaran unos tigres muy sociables, y si ante nuestra estupefacción nos dijeran que esa sociabilidad era natural y que esperásemos a ver a los tigres en Price, esta contestación nos parecería bastante absurda. Pues igualmente absurda me pareció a mí la contestación que me dieron en la ganadería sobre la ferocidad de los toros.

    No. El toro no es un animal más feroz que el torero. Es, al contrario, una bestia pacífica que ama la naturaleza y que sigue un régimen estrictamente vegetariano. Algunos se dejan lidiar, y el público los llama bravos. Ahora, sin embargo, la mayoría parece que van a declararse en huelga. Yo he visto recientemente un toro que, a los dos minutos, se dio cuenta de que todo en la plaza estaba organizado en contra suya y adoptó una actitud que pudiéramos llamar de cuernos caídos. Los toreros corrían detrás de él enseñándole unas telas vistosas y llamándole con sus voces más dulces; pero todo era en vano. A veces, el toro se paraba un instante y parecía que iba a dejarse conquistar. Unos toreros le sonreían con sonrisa tentadora. Otros procuraban excitar su orgullo... El toro reflexionaba un rato. Luego hacía un
    movimiento de cabeza como diciendo:

    —¡No! ¡Nunca!... Este negocio no me conviene...

    Y seguía su camino, insensible a todos los requerimientos.
    Fue entonces cuando el viejo aficionado me dijo que ya no había toros:

    —Ya no hay toros. Ya no hay emoción. ¡Vaya un veranito el que nos espera!

    Y yo, condolido, le di lo que consideraba un buen consejo.

    —Váyase usted al Congreso—le dije—. Un viejo aficionado como usted no lo pasará allí del todo mal.

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    1. Julio Camba. "La Rana Viajera", artículo número 8.

      (O algo que se le parece mucho.)

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