Sweet surrender


El Amor y sus patologías. El neorromanticismo rampante trae estas cosas. Un gusto por el amor apasionado, por el jugárselo siempre a todo o nada, el predominio de lo instintivo sobre lo racional, sobre el pensamiento, sobre lo más específicamente humano. Pero lo que suena es siempre la misma estrofa de agua. 
Esa relación inseparable entre el amor y la ingenuidad que permite dar los primeros pasos en el enamoramiento. No hay relación amorosa que no nazca acunada por unas buenas dosis de ingenuidad por ambas partes. A la ingenuidad la suple la idealización del otro, del "objeto deseado", espacio privilegiado para el psicoanalista. El psicoanálisis insiste en que esta "elección de objeto amoroso" se relaciona directamente con las carencias habidas en nuestras relaciones objetales primarias: buscamos en el objeto de amor aquello que pueda sellar las fallas, las carencias que tuvimos en nuestro primer desarrollo: dudas, inseguridades y traumas diversos. El problema llega cuando la ingenuidad ha de desaparecer. Esa ingenuidad que no existe mas que en el imaginario de los amantes y que consiste en pensar que el otro encontrará en ti, omnipotente, respuestas a todos sus problemas y viceversa. Pero esto casi nunca es así. De como resolvamos la ruptura de esa burbuja de ingenuidad dependerá el devenir de la relación amorosa.  Hay que lograr pasar del "yo te salvaré", que realmente equivale al "yo me salvaré", al "juntos, nos salvaremos".  Y esto no es fácil. Es altamente doloroso desprendernos de nuestra capacidad salvífica para el otro y viceversa. Porque ahí, al retirar la idealización del objeto amado,  puede saltar todo por los aires. Pero de ahí no escapa nadie. Recuerda...








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De naufragios y retornos. La hermosísima SON DE MAR. 




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6 Responses to “Sweet surrender”

  1. "Amor de madre", mi tatuaje favorito.

    BT

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  2. Tras lo de J. Banville, esto. Estoy de vacaciones, descolocado; no sé qué decir.

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  3. Este bló no está optimizado para ipads: no se ven los vídeos.
    P.

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  4. R. Ford. Canadiense. "Recordó haber pensado entonces que el amor era una serie prolongada de preguntas insignificantes sin cuyas respuestas no podías vivir. Y ellos habían dejado de tener respuestas interesantes para estas preguntas."

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