PACHO, LA PLAYA Y EL NAPALM

Atardece en Puerto del Carmen, en el este de la isla. Los innumerables comercios de ropa, bisutería, licores, tabacos y colonias está abarrotados de turistas, básicamente británicos. Son las ocho de la tarde y las playas siguen acogiendo bañistas. Hay grupos hare-krisna, grupos "viva-la-gente" que enlazados por las manos sobre la arena bailan una extraña sardana de meditación trascendental aprovechando la bondad del clima y la tranquilidad del arenal. Las palmeras que bordean esta zona del paseo son altas, bien cuidadas y especialmente hermosas. La luz del sol que comienza a ocultarse por el oeste tras la Montaña del Fuego se filtra entre las palmas y deja un tono de plata licuada que inunda todo el litoral hasta Puerto Calero o más allá.
La escena es de un cromatismo muy especial, muy cinematográfica. Espero que en cualquier momento comiencen a aparecer helicópteros militares  desde Fuerteventura mientras suena La Cabalgata de las Walkirias y mientras el Capitán Willard suelta su arenga a los novatos soldados: "¡Me gusta el olor del napalm por la mañana! Pero esto no es Vietnam, es Lanzarote. Y todo es tranquilidad y parejas de visitantes enlazadas por la cintura o con carritos de bebés que arrastran con cierta pesadez. Sobre media tarde, Anabel, compañera deliberada, me recuerda la frase del maestro Leguineche sobre aquella guerra que tanto cine, literatura y sufrimiento sigue generando: "No tuvimos infancia, pero tuvimos Vietnam". Una frase que es una generación y una vanguardia en sí misma. Como las películas de Jaime de Armiñán. Y yo les cuento a los deliberantes el día que en plena Avenida Pennsylvania de Washington nos cruzamos con Robert MacNamara, el general que se se dio cuenta de que aquella guerra era un error y estaba perdida. Me queda saber en que orden tomó noticia de estas cosas.







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Tras el último baño de la tarde escribe Pacho Rodríguez unos guasaps y de paso manda una canción que es un maravilloso dilema. Una canción que grabó en la isla de Madeira y que se titula "Maribel" y que estaba desaparecida pero que han recuperado, como los textos inéditos de Bolaño.  Pacho Rodríguez es un periodista freelance que trabaja para La Voz de Galicia, el Diario de León y para innumerables revistas y que desde hace casi 30 años uno de los principales representantes de la música pop-rock leonesa. Aquella generación que creció con los inimitables Cardíacos, que siguió con Gas Mostaza y Opera Prima, grupos liderados por Pacho y que desembocó en Los Flechazos y su era mod (en León triunfaba el mod mientras Aznar vestía loden por Valladolid, hay que joderse, decía Umbral). Luego han venido Cooper, The Bright y muchos más que me dejo porque son unos cuantos y bastante buenos. Yo no puedo hablar de Pacho porque es un tipo al que aprecio sobre manera. Tras casi 18 años sin vernos  este año nos encontramos tomando un vino en la Plaza  de las Palomas, en esa delicia de bar que es El Capricho, con Jesús por medio, que desde su sempiterna calma es el cemento de tantas historias. Y todo volvía a ser como aquel último día que nos vimos que seguro que aún existían las Torres Gemelas. Guasepear con Pacho es jugártela. Es como guasapear con la Maga de Rayuela y con Cortázar. Es agilísimo. Y cuando vas a decirle que encontraste a la Maga, Pacho ya te está explicando que él no sabe nada, que desconoce qué coño es la nostalgia que yo le digo que compartimos como una tortilla de patatas (faltó la mistela, Pacho, amore). Y lleva razón, la nostalgia es un fervor decaído, escribía André Gide. Y yo sí tengo nostalgia de aquellos años porque como él mismo me explicó un día "te fuiste del León de irás y no volverás" Y he estado casi 20 años fuera. Pero ¡qué coños va a tener nostalgia de León quién inventó sus noches y le puso voz a tantas madrugadas! 
Y al final, un domingo sobre las cuatro de la tarde volvemos a casa como podemos porque dos que van caer si van juntos bien se aguantan. Es este León tan femme fatale el que te roe el alma con el desdén de los de siempre, de los miserables.... 











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Y ya a oscuras en la playa la discusión con Viejo Casale: "Las ciudades son las personas, Rafa". Que me lo ha explicado una persona muy querida y creo que también lo dice Shakespeare, al que llaman "el obvio" mis adorables tipos ocupados. Valencia son tus negras noches de luna, Rafa, orilla al mar salado... Y tus afectos y tus dramas. No busques la verdad en la ciudad a capas. Te pasa como a mí con León. La ciudad no te conoce de nada. Eso era una mentira de La Mode.  Tú la quieres, y la sientes como tuya,  pero "quién no te da amor, no te da nada",

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6 Responses to “PACHO, LA PLAYA Y EL NAPALM”

  1. Existe la magia, por circunstancias que no vienen a cuento, abro Fc porque tenía muchísimas notificaciones y hoy estuve liada " adrede" y me encuentro con el Post que rememora, muy bien por cierto, la relación con la ciudad de una parte de uno y caray qué coincidencia ! En mi caso es Valladolid , ciudad a la que repudié y añoré hasta el infinito a posteriori. Creo que las ciudades nos ignoran, van a lo suyo, somos nosotros quienes las damos vida, recuerdos, amores, reproches y alguna que otra locura ( siendo sincera varias ) que la enriquece y guarda los secretos porque no hablan pero saben, lo sé .

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  2. Ustedes no lo entienden. Han viajado, han salido de casa para estudiar, han hecho sus vidas lejos de donde crecieron. Otros nos quedamos. Primero porque sí y luego porque ya no sabíamos vivir de otra manera. He desarrollado una relación de dependencia con mis calles. Es una enfermedad rara, pero apenas deja secuelas. Es mi rareza. Y me gusta cuidarla. Tiene sentido que alguien se quede todo el tiempo en un solo lugar. Tiene sentido que lleve desde 1989 sin moverme en agosto de Valencia. Apenas he pasado fuera de Valencia 30 días en 30 años. Aquí lo tengo todo. Soy modestamente feliz en esta ciudad que me da más de lo que necesito. Y por suerte para mi, nunca me faltó el amor.

    Rafa

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  3. ¿Y que pasa si uno ha sido un nómada en busca de lo que no le faltó al amigo sedentario? ¿Si donde más tiempo ha estado trasplantado es en un pueblo de la Sierra sin otra cosa grande y vieja que la sempiterna iglesia? ¿Si su infancia es campo puro y duro y ahora no volvería a esa soledad despoblada mas que un ratito? ¿Si estudió en Valencia y se largó para no volver?
    Lo que llevo haciendo cuarenta años son catorce km desde el piedemonte al curro, por carretera, en coche. Soy del rompeolas Madrid, corona metropolitana.

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